LA SAETA

LA SAETA


¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
(Saeta Popular)





¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!





¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!






¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
que es la fe de mis mayores!





¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!


De Antonio Machado



Una vez más, como todas las primaveras nos desnudamos de frases, dichas, penas, culpabilidad, errores y un largo etcétera, para vestirnos con pasos vacilantes de ilusiones, penitencia fervorosa y fe de vida. 




Recordamos nuestra memoria de ser polvo en la vida y en polvo nos convertiremos. Renovamos felices nuestros pasos por vida, sabiéndonos acompañados y reanimados por un buen sendero. Cada uno con su viacrucis personal, lleva en su andar las llagas de Cristo, no su agonía. La verdad desnuda, propia, sin moralejas, que nublen nuestros pasos.





Así, cuando en estos días de primavera, llegan a nuestros oídos el tronar de bombos y tambores, es como si nos quitásemos la piel consumida de todo el año, de todo el camino andado. Y nos renovamos con los parches llenos de lamentos, con las suelas arrastrando por el asfalto oscuro calle arriba, calle abajo, como ese Hijo que en la cruz “colgao” sufre el martirio. En el misterio de la Agonía se nos regala la vida, su perfume nos envuelve en la sonrisa que encuentra el que la necesita y el abrazo de saberlo hermano.




Arropado por el palio azul aterciopelado, que conforma el cielo de este pueblo, al llegar la primavera celebramos la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor regalando sonrisas “toque tras toque”, “llamá tras llamá”, teniendo la amistad y la humildad en nuestro procesionar. 


El Cristo de la Agonía, el Hombre del madero, nos invita  a seguir sus pasos, nos invita a morir y en su muerte a la vida, a una nueva vida.
Que el procesionar de nuestro Cristo nos dé las fuerzas y sonrisas que guíen todos nuestros pasos.

Texto Y Fotos José Tecles

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